Yo soy responsable ante Dios de mi conducta, mis actitudes y mis elecciones (Ezequiel 18:19-22). Una de las verdades más liberadoras
que aprendí siendo adolescente es que Dios no me pedía cuentas por las acciones de otros, sino que yo era responsable de mi actitud hacia ellos, sin importar cómo me hayan tratado.

Tal vez seamos incapaces de controlar las circunstancias que vienen a nuestra vida. No pudimos elegir el hogar en el que nacimos, ni nuestra apariencia física, ni la crianza que recibimos, ni mucho menos otros factores que afectaron y moldearon nuestra vida. Sin embargo, por la gracia de Dios no tenemos que ser víctimas. Podemos controlar nuestra reacción ante las circunstancias que Él ha permitido.
Si dejamos de culpar a otros y a las circunstancias por las conductas pecaminosas o los hábitos incorrectos en nuestra vida, comenzaremos a aceptar la responsabilidad personal de nuestras decisiones y seremos liberadas del sentimiento de ser víctimas indefensas. Seremos libres para obedecer a Dios en medio de cualquier circunstancia.
visita Lumbrera
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